Tres iglesias hundidas, atrapadas por la naturaleza, hoy son joyas turísticas que cuentan historias de fe, fuerza y resiliencia en escenarios únicos del estado.

Por: Rodrigo Pujol Del Toro
Michoacán es tierra de volcanes, bosques y mar, pero también de misterios sumergidos que pocos viajeros conocen. Entre montañas, presas y ríos de lava, el estado guarda algunos de sus secretos más asombrosos en forma de iglesias semihundidas, construcciones religiosas que resistieron desastres naturales y que hoy ofrecen postales insólitas, cargadas de historia, simbolismo y belleza.
Estas iglesias atrapadas por la lava, cubiertas por el agua o sepultadas por aludes, son testigos silenciosos del paso del tiempo, pero también de la adaptación de comunidades que supieron reconstruirse desde la fe y la memoria. Si tu espíritu viajero busca algo fuera de lo común, te dejamos tres paradas obligadas que debes ver, al menos, una vez en la vida.
La Iglesia Hundida de Churumuco, oficialmente Parroquia de San Pedro Apóstol, es una de las postales más impactantes del sur michoacano. Construida en 1800, fue parte del movimiento insurgente encabezado por Morelos, quien llegó a oficiar misas aquí. En 1965, con la construcción de la presa El Infiernillo, el templo quedó parcialmente sumergido y desde entonces solo es visible en temporada de estiaje, emergiendo del agua como un titán dormido entre montañas. Hoy puedes recorrerla en lancha, respirar el aire limpio del paisaje y disfrutar de la Feria de la Mojarra, donde historia, gastronomía y turismo se funden en un solo lugar.
Otro de los íconos más fascinantes de Michoacán es la Iglesia de San Juan Parangaricutiro, testigo del nacimiento del volcán Paricutín en 1943. Aquel fenómeno natural arrasó con el pueblo entero, pero la iglesia —en un acto de resistencia arquitectónica y casi espiritual— se mantuvo en pie. Entre el mar de lava solidificada, aún puedes ver la torre, la fachada y el altar, custodiados por la piedra volcánica que los abraza. Caminar por esta zona es como pasear entre los vestigios de una civilización mística. Lleva buen calzado, porque el terreno es de roca porosa, pero la experiencia vale cada paso.

Por último, en el corazón del Pueblo Mágico de Tlalpujahua, la Iglesia del Carmen recuerda uno de los episodios más trágicos de la región. En 1937, una avalancha de lodo proveniente de la mina Dos Estrellas sepultó parte del poblado y del templo, dejando solo visible su torre y una figura angelical que, aún hoy, parece proteger las ruinas. Esta iglesia es hoy símbolo de esperanza y recuperación. Puedes visitarla a solo unos minutos del centro del pueblo, rodeada de pinos, historia y un ambiente de paz. Excavaciones recientes han sacado a la luz parte del piso original, dándole un nuevo aliento al relato que aún habita entre esas paredes semienterradas. Además, esta iglesia ha servido de inspiración como imagen de uno de los festivales de cine de género, más importantes de México: Feratum .
Viajar a estos templos hundidos es más que hacer turismo. Es rendir homenaje a la memoria de pueblos que nunca se rindieron, es dejarse envolver por paisajes que conmueven, y es reconectar con esa parte nuestra que aún cree en lo sagrado, aunque esté enterrado, sumergido o escondido entre piedras. Michoacán lo tiene todo, pero estos rincones lo tienen todo… y algo más.
Para más información visita: https://visitmichoacan.com.mx/