
Por: Italo León, Director Digital en Potro
La inteligencia artificial (IA) está transformando la publicidad a una velocidad sin precedentes. En apenas dos años, la IA generativa pasó de ser un experimento a convertirse en un recurso indispensable para agencias y marcas. Hoy es posible producir un spot con Flux o Veo3, generar jingles con Suno, realizar locuciones con ElevenLabs o crear imágenes más diversas que las de cualquier banco de fotos. Incluso ChatGPT se ha integrado de manera natural en la investigación y hasta en el “pimponeo creativo”.
En el Perú, la agencia Potro marcó un hito al desarrollar la primera campaña 100% realizada con IA para Pomarola, de Molitalia. El proyecto incluyó 60 canciones de salsa generadas con Suno (aunque en el proceso se produjeron más de mil entre prueba y error), un recetario ilustrado digitalmente y contenidos audiovisuales que alcanzaron gran repercusión en medios y redes sociales. Figuras como Daniela Darcourt y Jely Reátegui se sumaron a la campaña, amplificando su impacto. Los resultados fueron claros: más de 194 mil interacciones, un aumento de +4,598% en el sentimiento positivo hacia la marca y un crecimiento al 44% en el share volumen.
La experiencia evidencia tanto el potencial como los desafíos de esta nueva era. Algunas agencias ya han incorporado procesos internos para integrar la IA en su trabajo, pero muchas otras se limitan a mostrar piezas aisladas creadas en Midjourney como “señal de modernidad”. La industria atraviesa una etapa de exploración, con entusiasmo y curiosidad, pero sin la madurez que exige competir a nivel global.
En este contexto, la creatividad humana mantiene un rol insustituible. La IA procesa datos y genera resultados a gran velocidad —mientras una persona promedio necesita entre 6 y 8 horas para leer una novela de 300 páginas (aprox. 75,000 palabras), una IA puede procesar ese mismo volumen en menos de un minuto (TechTimes, 2023). Dicho de otro modo: en el tiempo que un lector humano dedica a un solo libro, la máquina ya procesó entre 360 y 480 libros—, pero carece de la capacidad de interpretar la cultura y dotar de significado a los mensajes. El verdadero diferencial sigue siendo la visión y sensibilidad de los creativos, capaces de conectar ideas, emociones y contextos sociales.
El acceso desigual a la tecnología es otro desafío. Aunque la adopción de la IA ha sido la más rápida de la historia, las versiones más avanzadas son de pago. Esto abre una brecha entre quienes acceden a desarrollos premium y quienes dependen de opciones gratuitas que generan contenidos más limitados y homogéneos.
Los anunciantes también han cambiado su percepción. Lo que antes generaba fascinación hoy a veces se interpreta como una “varita mágica” para resolver campañas en tiempo récord y con bajo presupuesto. Sin embargo, la experiencia demuestra que la tecnología potencia, pero no reemplaza al talento humano. Photoshop nunca eliminó al diseñador gráfico; la IA tampoco suplantará a los creativos.
Ejemplos internacionales confirman esta tendencia. Heinz sorprendió con AI Ketchup, un experimento sencillo que capitalizó una conversación viral; mientras Nike impactó con Never Done Evolving, en el que Serena Williams se enfrentó a una versión más joven de sí misma creada con IA. La diferencia no está en la herramienta, sino en la idea que la impulsa.
La publicidad peruana está frente a una oportunidad única. La inteligencia artificial no es una moda pasajera, sino una transformación irreversible que redefine cómo se concibe la creatividad y cómo las marcas se conectan con las audiencias. Quienes logren integrarla con visión estratégica y criterio creativo estarán mejor posicionados para liderar el futuro de la industria.