Políticas públicas con rostro humano: la nueva mirada hacia la migración en México

Cómo la colaboración entre gobiernos, empresas y comunidades puede cambiar la narrativa sobre las personas migrantes

Por Rodrigo Pujol Del Toro

Durante el festival Hola América 2025, el conversatorio “Políticas públicas y migración” dejó una reflexión urgente: la migración no es una amenaza, sino una oportunidad para reconstruir el tejido social desde la colaboración y la empatía. Especialistas de diversas instituciones coincidieron en que el futuro de la movilidad humana depende de un trabajo conjunto entre gobierno, iniciativa privada y organizaciones internacionales.

Verónica Sudar, directora de Acompañamiento y Apoyo al Inmigrante en CAPeM, señaló que “hacer aliados internos” es el punto de partida: empresas dispuestas a contratar talento migrante, asociaciones civiles con cercanía comunitaria y organismos como ACNUR o OIM capaces de respaldar procesos de integración con enfoque humanitario.

Pero el reto más grande, coincidieron los expertos, está en romper las narrativas negativas. Temístocles, titular de la Coordinación de Movilidad Humana de la Ciudad de México, advirtió que la criminalización y la desinformación perpetúan la idea de que los migrantes representan inseguridad o competencia laboral, cuando en realidad —según datos recientes— la mayoría busca simplemente una vida digna. Ejemplo de ello fue la resistencia vecinal ante la apertura de un albergue en Peralvillo, motivada por el miedo y la falta de información.

“Las políticas públicas deben construirse desde las necesidades reales de las personas en movilidad, no desde la distancia burocrática”, coincidieron los panelistas.

El especialista Andrés subrayó la necesidad de descentralizar los procesos migratorios, garantizando que los servicios de atención y regularización sean homogéneos en todos los estados, y no privilegio de unas cuantas ciudades.

Otro punto clave fue escuchar a las comunidades de acogida, aquellas que reciben a las personas migrantes y enfrentan, día a día, los desafíos de la convivencia intercultural. “Las políticas no pueden diseñarse desde un escritorio: deben partir de quienes viven la experiencia migratoria en carne propia”, señalaron.

En ese sentido, la Ciudad de México se ha convertido en un laboratorio de inclusión. Tras el cierre de la aplicación CBP One, miles de migrantes quedaron varados en territorio mexicano; sin embargo, proyectos de integración como la purificadora de agua en Tepito, atendida por personas migrantes, muestran un camino posible hacia la inclusión laboral y social.

La conclusión fue clara: entender la migración no solo como un fenómeno social, sino como una fuerza de transformación colectiva. Cuando las políticas públicas dejan de ver números y comienzan a ver personas, se abre la puerta a un país más empático, justo y humano.

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