Su nominación al Ariel y el estreno de la cinta se unen para convertir esta historia en un imperdible del cine mexicano
Por Rodrigo Pujol Del Toro
No nos moverán no es solo una película. Es un llamado al alma colectiva. Un espejo negro que, a través del arte, nos devuelve el reflejo de una herida que sigue abierta: la Masacre de Tlatelolco de 1968. Y en el centro de ese espejo, con una mirada intensa y una presencia que se siente incluso en el silencio, está Agustina Quinci, nominada al Ariel por Mejor Coactuación Femenina por su papel de Lucía. El estreno del filme este 24 de julio en cines de la Ciudad de México no podría tener mejor preámbulo: una nominación que no solo reconoce a una actriz excepcional, sino que también potencia el eco político, emocional y artístico de esta poderosa historia.
Agustina no es nueva en esto. Con esta, suma su segunda nominación al Ariel, lo que consolida su reputación como una de las intérpretes más sensibles y consistentes de su generación. En “No nos moverán”, interpreta a Lucía, personaje clave dentro del núcleo familiar que acompaña a Socorro, la protagonista encarnada por Luisa Huertas, una abogada que cincuenta años después del 68 sigue buscando justicia por el asesinato de su hermano. Lucía es esa generación intermedia que no vivió la masacre, pero carga con sus consecuencias. Es ese puente emocional entre el pasado violento y un presente que aún busca respuestas.
La actuación de Quinci ha sido descrita como una mezcla de “sensibilidad compleja y fuerza silenciosa”. Y es precisamente esa sutileza la que permite que la narrativa tome vuelo: sin estridencias ni dramatismos exagerados, logra transmitir el peso del dolor heredado, la resistencia silenciosa, el conflicto de vivir en un país donde la justicia muchas veces es apenas una palabra. Lucía no es un personaje más: es un símbolo del trauma intergeneracional que define a México y a muchas familias que aún viven con la sombra de sus muertos.
“No nos moverán”, dirigida por Pierre Saint Martin Castellanos, no se anda con rodeos. Rodada en un elegante y contundente blanco y negro, la cinta lanza una pregunta incómoda pero necesaria: ¿qué hacemos con el dolor cuando la historia se niega a sanar? El recurso visual no es decorativo, es una decisión estética que remarca la crudeza, la memoria congelada en un tiempo donde la justicia sigue siendo una promesa incumplida. El filme se ha alzado ya con premios en festivales de Guadalajara, Toulouse y Virginia, y en los Ariel compite con 15 nominaciones, incluyendo Mejor Película, Dirección y Fotografía. Sí, es una cinta de arte. Pero también es una bomba emocional.
Y en medio de ese torbellino, la presencia de Agustina Quinci se alza como una de sus mayores fortalezas. Su rol en la película no solo sostiene emocionalmente a los personajes, también dialoga con el público, obligándolo a verse reflejado en la herencia del dolor. Su nominación no es solo técnica, es simbólica: reconoce el poder de una actriz para transmitir, contener y amplificar la esencia de una historia que no debería olvidarse.
Con este estreno, Agustina y el equipo de “No nos moverán” nos recuerdan que el cine puede ser mucho más que entretenimiento: puede ser un ejercicio de memoria, un acto de justicia simbólica, una sacudida colectiva. Y en tiempos donde el olvido es una estrategia del poder, películas como esta se vuelven indispensables.

No te la pierdas este 24 de julio en cines. No por moda. No por agenda. Sino porque este es el tipo de arte que nos obliga a no mirar hacia otro lado.
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